Asociación Histórico – Cultural Teodoro Reding

CAPITÁN VICENTE MORENO  (1773 – 1810)

Reseña biográfica

Cuando camino por la Plaza de la Constitución de Málaga, en otro tiempo llamada Plaza Mayor, no puedo evitar quedarme parado por un momento pensando en cuantos hechos ha podido presenciar e, incluso, sentir, ese emblemático cuadrángulo. Y entre las curiosidades que se señalan en las rutas de la Asociación Histórico – Cultural “Teodoro Reding”, una que suele llamar mucho la atención de quienes nos acompañan es que hace doscientos años la cárcel se encontraba en tan céntrico lugar, compartiendo plaza con la casa consistorial.

De los episodios más tristes que se vivieron en esa prisión se encuentra el del día 4 de agosto de 1810. En su patio seis hombres se preparaban para lo peor tras haber sido capturados, no sin feroz resistencia, por tropas de Napoleón. La mayoría era parte de una partida guerrillera, creada con autorización del gobierno para hostigar a los soldados intrusos en su ocupación del Sur peninsular español. Con ellos había caído su líder, que se negaba a reconocer a José Bonaparte como rey de España, y por esto mismo, además de las heridas recibidas en el combate, sería obligado a sufrir contemplando la ejecución de todos ellos.

Se trataba de Vicente Moreno, nacido en Antequera el 8 de enero de 1773. Militar de profesión, había ingresado con diecinueve años en el Regimiento Fijo de Málaga, con el que intervino en la campaña del Rosellón (1793 – 1795) frente a los revolucionarios franceses y en la de Portugal (1801). Para entonces ya había ascendido a subteniente y había contraído matrimonio en Málaga, en 1800, con la malagueña María Teresa Velasco, con la que tendría cuatro hijos.

Tras el levantamiento del Dos de Mayo de 1808 y la renuncia al trono por parte de los Borbones en Bayona ante Bonaparte, se inicia la denominada Guerra de la Independencia española. Aunque el Regimiento de Málaga, encargado de mantener el orden en la retaguardia, no participó en la gloriosa victoria de Bailén de julio de 1808, el año siguiente, con los imperiales contraatacando ante aquel acto de humillación, la unidad operaría en Sierra Morena, ostentando Moreno el grado de capitán desde enero. Y participó con arrojo en las batallas de Almonacid y Ocaña, a pesar de que el desastroso resultado de éstas abriría el camino de Despeñaperros una vez más a los invasores. En la retirada de las tropas españolas, los supervivientes del Málaga intentaron resistir en Arquillos, en enero de 1810, la embestida de fuerzas enemigas mucho más numerosas que capturaron la unidad.

Pero Vicente Moreno conseguiría escapar, y a pesar de la ocupación de Málaga por parte del Cuarto Cuerpo de Ejército del general Horace Sebastiani, no se iba dar por vencido. Con apoyo del párroco de Benamargosa y el visto bueno del comandante general interino del Campo de Gibraltar, porque él es ante todo un soldado, Moreno decide intentar reunir a dispersos del ejército y voluntarios, así como equipamiento y caballos, y tratar de aunar bajo su mando a otras partidas, de una forma más organizada, al mismo tiempo que libraba así a algunas poblaciones de los agravios de algunas más irregulares. Y aunque no pudo ser por mucho tiempo, trajo en jaque a los napoleónicos hasta la emboscada sufrida el 2 de agosto de 1810, siendo apresado y conducido a Málaga capital.

El coronel Jean-Baptiste Berton, el gobernador francés, le mostraría una carta que Moreno había escrito de su puño y letra en respuesta a otra de los imperiales en la que, anteriormente a su captura, le habían ofrecido todo tipo de atenciones y hasta el ascenso si decidía pasar a su bando. En ella Moreno rechazaba enérgicamente sus ofrecimientos, manteniendo su fidelidad a las banderas que había jurado defender y alegando que, antes que un general de los suyos, prefería seguir siendo capitán de bandoleros, como despectivamente lo llamaban. Y, preguntado de nuevo, aún en la situación en la que en ese momento se encontraba, cuando quizás podía ser la única forma de salvarse, volvió a decir que no. Comenzaba así el verdadero martirio de Vicente Moreno, pues no sabría que de ello dependía la vida de quienes habían sido prendidos con él.

Esa misma noche fue llevado a Granada, donde no se le trata como prisionero de guerra, sino como vulgar malhechor, y decidido a morir, porque no va renunciar a sus principios, a Vicente Moreno ya sólo le preocupaba la forma: que siendo militar, debía ser juzgado en consejo de guerra.

Los eclesiásticos que lo atendieron dudarían si el capitán, cubierto de heridas pero con una gran serenidad, era quien estaba sentenciado a muerte, y éste sólo insiste en obtener del general Sebastiani no el cambio de sentencia, sino el reconocimiento de su fuero. Y el francés, a través de un antiguo compañero de armas, ahora afrancesado, volvió a ofrecerle la libertad a cambio de algunos nombres de los involucrados en la resistencia. Pero Moreno, que consideró aquella proposición un insulto, se mantuvo firme esta y otra vez más, cuando el general ordenó que María Teresa y sus hijos se presentaran ante él.

Habiendo sido condenado a la pena de garrote, en la tarde del 10 de agosto de 1810 Vicente Moreno subía al cadalso erigido en el Campo del Triunfo granadino. Con presencia de toda la guarnición napoleónica, puesta sobre las armas por el temor al fervor del pueblo, el heroico capitán muere reafirmando su postura con admiración de los propios oficiales y soldados napoleónicos, que consideraron injusto que no hubiera sido tratado como oficial del Ejército español. Y el mismo día sería enterrado en el cementerio de la Parroquia de San Ildefonso por parte de la Hermandad de Caridad de Granada.

Son pequeñas pinceladas de la trayectoria de este ilustre antequerano, al que la asociación que me honro en presidir decidió recordar en el momento de la constitución de su grupo de Recreación Histórica hace ahora más de diez años, con actos anuales en Antequera y Málaga.

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Jon Valera Muñoz de Toro

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