Posteado por: reding | 20 agosto 2009

Bailén en 1810

Ángel Ruiz Garzón, joven historiador bailenense y activo miembro de nuestra asociación, escribe sobre los desconocidos hechos que ocurrieron en Bailén dos años después de la gloriosa victoria.

.

Fotos_antigua_Bailén


LOS SUCESOS DE ENERO DE 1810

REGRESO DEL EJÉRCITO FRANCÉS A BAILÉN

La derrota del 19 de julio de 1808 había supuesto un duro revés para la ocupación francesa de la Península, y una de sus principales consecuencias fue la retirada de José Bonaparte de Madrid hasta la línea del Ebro con toda su guarnición ante los posibles peligros que amenazaban la capital del reino; un movimiento que el emperador contempló con notable desagrado. Dicha evacuación, las desafecciones y el rechazo ante José y los franceses y la desarticulación del cuerpo de ejército de Dupont amenazaron seriamente los progresos del plan napoleónico para España en ese momento. Debido a esta situación y para reestablecer el control, Napoleón en persona intervino con una contundente y veloz ofensiva militar hasta Madrid, a donde llega a principios de diciembre de aquel año. El éxito militar frente a las fuerzas españoles se materializaría con la victoria de la batalla de Ocaña. Ahora era preciso asegurar el dominio de Andalucía.

El 8 de enero de 1810, José Bonaparte, tras asegurar su retaguardia madrileña y castellana, se puso en camino hacia Andalucía, y en poco más de una semana se encontraba cruzando el paso de Despeñaperros.  Se dispuso para la campaña del sur una poderosa maquinaria militar de unos sesenta mil soldados  de los Cuerpos I, IV y V y una división de reserva. El mariscal Soult, una de las figuras más importantes de la Grande Armée, se situó al frente de la expedición.
Tras la derrota de las frágiles defensas dispuestas por los españoles en Sierra Morena, formadas tanto por militares como por civiles armados llamados a la causa, las tropas y demás efectivos españoles que se retiraron en huida acabaron en las tierras de Bailén, dispersándose por toda la zona y llenando de nuevo las calles de la ciudad de soldados, siendo un fuerte pesar para la población, sin libertad de decidir nada y sin suministros. La situación en La Carolina también era lamentable, habiendo huido parte de su población y habiendo sido víctima de saqueos por parte de las tropas españolas (según afirmaron los franceses).

Las tropas francesas vieron con entusiasmo la facilidad con la que se les abrían las puertas de Andalucía aquel 20 de enero, con un coste de vidas galas muy bajo frente a los cientos de muertes españolas y los miles de prisioneros que tomaron los franceses según una carta del rey José –que marchaba tras el contingente militar- a Napoleón.
La localidad bailenense -que por entonces contaba con unos 3000 habitantes- sin defensa alguna, sería embestida brutalmente por el ejército galo que recordaba furiosamente y con amarga memoria los hechos que acontecieron hacía dos años. Se abrieron paso sin ofrecer apenas resistencia, y comenzaron a incendiar viviendas, entrando por la fuerza en algunas y dejando un gran número de víctimas de toda clase. La mayoría de los habitantes se vieron obligados a escabullirse en la noche, víctimas del temor, llevando consigo todo lo necesario que pudieron, cargando con las familias y los niños, hacia su destino, los montes serranos. Esta huida había dejado Bailén casi despoblada. Los que la desalojaron se ocultaron con las bajas temperaturas, conviviendo con la nieve y la lluvia, sin abrigo. Entre todos se hizo lo posible para evacuar a los ancianos y enfermos con el fin de evitar una muerte segura.

Poco después, toda aquella gente temerosa, que pensaba estar a salvo al fin de la desgracia, recibió la terrible noticia de la llegada a Bailén de nuevos y más numerosos contingentes napoleónicos, que al comprobar que los civiles habían abandonado sus casas, repitieron su sangriento y destructivo ritual en la localidad que dos años antes celebraba una victoria que conmocionó a toda Europa y cambió el rumbo de la Historia. Robaron el ganado de los campos colindantes y se entretuvieron, sin presentar signo alguno de piedad o compasión, violando a esposas e hijas de corta edad, ancianas incluso, mientras su familias sufrían por la impotencia para impedirlo.

La villa gemía con fuerza esos días de ocupación y muerte, víctima del desenfreno y la venganza francesa. Aquellos que veían acabado su actuación se marchaban, pero eran relevados por hombres que llegaban nuevos al lugar, y que al ver el panorama, imitaron a los anteriores de la forma más cruel. Todo aquello, más la falta de alimentos y frío, hizo morir a muchos habitantes de delicada situación, que hubo que enterrar para evitar epidemias. Los franceses no escatimaron en medios para lograr robar cuanto pudieran encontrar, incluso entre los bailenenses enterrados, como afirmó el vecino José Carrero:

»(…) los franceses que veían la tierra movida, juzgando había efectos ocultos, escavaban y sacaban los cadáveres, reconociéndolos por si tenían algo de rapiña. (…) no dexaban los parages más ocultos por escuadriñar, por si algo hallaban de qué aprovecharse. El Panteon que servía de enterramientos, fue por ellos escrupulosamente reconocido, sacando los cadávees de los depósitos en que se hallaban, con la ,ayorinhumanidadm sin causarles horror su corrupción.»

Por supuesto, los lugares de culto de la localidad, como la iglesia de la Encarnación, la ermita de la Virgen de la Soledad o la de Jesús en la Columna, fueron objeto de profanación, hurto y destrucción de su patrimonio, como así quedó recogido:

‘’…a la entrada de los enemigos franceses en el día 21 de enero de 1810 destruyeron y aniquilaron quantos enseres de cera y demás que había en esta Herm(andad) de suerte que hasta las sagradas efigies quemaron, profanándolas y causándoles las maiores ignominias.’’

Cuando regresaron las familias de Sierra Morena, hallaron multitud de cadáveres y todas sus pertenencias perdidas. Los hogares que mejor se les presentaron a los invasores, se convirtieron en sus moradas temporalmente, para después burlarse de los propietarios que volvían, tratándolos de malas gentes y cobardes. Los entonces gobernantes de Bailén, permitieron residir a los que entraban con dos condiciones principales: estaba prohibido salir después de las 9 de la noche, y no podían juntarse más de dos por casa. El que no cumpliese las órdenes que imponían los gobernadores y comandantes de la plaza, podía ser castigado con su vida.

.

castillo_bailén

La Fortaleza de Bailén, antes de su demolición. La acción de los franceses supuso su ruina.


Antes de que la provincia de Jaén fuese desalojada, la ciudad sufrió el continuo paso de unidades. En la Antigua Fortaleza de Bailén, con la Iglesia de S. Andrés y Sta. Gertrudis y las Casas Capitulares -archivos de indudable importancia y oficinas públicas- se derribaron las puertas. Allí, sin miramientos, se destruyeron y maltrataron las escribanías, protocolos, libros capitulares, ejecutorias, concesiones y registros. Todo esto supuso claramente un prejuicio para los habitantes y desconciertos y privaciones en el futuro.  En la casa castillo mientras tanto se alojaban los oficiales, que habían obligado a los vecinos a prepararles su estancia.

El Rey José Bonaparte  llegó el 21 de enero a la localidad tras el virulento paso de parte de sus tropas. Allí se encontró un panorama similar al de La Carolina, con la ausencia de considerable parte de la población y con el lógico desafecto de los que quedaron y vivieron el agresivo paso de las tropas napoleónicas. No era la intención ni el objetivo del rey que los hechos se desarrollaran de ese modo, sino  del contrario, puesto que quería ganar el favor de los pueblos andaluces. Por ello mandó enviar misivas de calma a otras localidades. Es reseñable la que se envió al alcalde de Bailén:

‘’El rey nuestro señor ha visto con dolor que algunas familias de este pueblo han abandonado sus hogares por el infundido temor de los supuestos horrores y crueldades con los que los enemigos de nuestra patria han atemorizado a sus inocentes habitantes (…). El rey quiere que vmd. Emplee su celo en destruir semejantes absurdos, anunciando a los pueblos de este distrito sus benéficas intenciones (…) asegurándoles que todos, sin excepción alguna, serán respetados.’’

Se compadeció posteriormente de Bailén y prometió las ayudas que contribuirían a rehacerse un poco y la equidad en las contribuciones, aunque pidió disculpas para los responsables del saqueo.

Habiendo sido imposible entonces, las autoridades bailenenses se presentaron en Madrid para pedir que fuera el Rey quien pagara la alimentación de sus soldados y llevaron un informe ante el Sr. Angulo, ministro correspondiente al caso, que por supuesto era afrancesado. El ministro, se sintió ofendido de ver cómo unos andaluces, y aún más de Bailén, se habían atrevido a ir a la capital a exponer sus quejas, pues afirmó que la Corte estaba muy perjudicada por la “dichosa” batalla que supuso una “ruina” para España, y que “cómo habiendo sembrado tantos abrojos, pretendían ahora coger el mejor manojo de rosas”. Los comisarios se defendieron, pero acabaron en la calle y con un viaje realizado en balde. Por si fuera poco, en el camino les asaltaron y les robaron todo cuanto tenían.

.

Noria_Bailén

La Noria del Campo de Batalla de 1808, que quedó en el centro del escenario bélico.

.

Pasado un tiempo, pasaron tropas por el camino de Bailén en dirección a Málaga. Al reconocer el nombre de la localidad, José Carrero describe que los soldados…

»(…) entraron por las calles insultando a quantos hallaban, y así llegaron los oficiales hasta la casa del corregidor, donde se encontraba la municipalidad en el desempeño de sus funciones, a quienes acometieron con sus sables y pistolas, diciéndoles iban a incendiar a un pueblo de bergantes, que tanto daño les había causado (…) y que iban a degollarlos, sin que quedase uno vivo.»

El corregidor bailenense suplicó al Comandante de la plaza, con buen resultado, que hiciese lo necesario para evitar que la historia que vivieron hace escasas semanas volviese a repetirse, por lo que éste intentó refrenar a los indeseables con una escolta. Aún así, fue imposible la contención de actos vandálicos y violaciones.

Eran unas fechas muy difíciles para los andaluces. A excepción de Cádiz y pequeñas plazas, el control del territorio cayó en manos francesas. Y Bailén se sumía en la desesperación de sus vecinos, pues las únicas noticias que llegaban a sus oídos no eran otras que la cantidad de derrotas españolas por todo el país, y la lejanía de cualquier fuerza española que pudiese llegar allí para echar a los violentos instrusos. Todo se creía perdido.

El entorno y los ánimos cambiaban cuando venían masas de prisioneros españoles. Entonces y con permiso de los franceses, todo el mundo salía a la calle a recibirlos con alegría y con lo que tuviesen: comida y bebida, aseo por parte de las mujeres, ropa, atención a heridos, estancias para los oficiales… Los soldados que conseguían escaparse eran ocultados en las casas y disfrazados por los vecinos, para luego ser guiados para que pudieran huir e incorporarse de nuevo al ejército español.

En los años inmediatamente posteriores, algunos vecinos se dedicaron a comunicar el estado y los movimientos de las tropas francesas a los españoles mientras continuaron siendo obligador a contribuir y suministrar a cuantos cuerpos de ejército enemigo transitaran o fueran destinados a la localidad; pero más jubilosamente lo hacían cuando se trataba de soldados españoles que pasaban por el camino. Y así fue hasta que los franceses tuvieron que abandonar Andalucía por las circunstancias del conflicto y no volvieron a concurrir por tan estratégico punto que abría las puertas de la región.


Ángel Ruiz Garzón


Notas:

  1. Libro de las constituciones y cabildos de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en la Columna (1774-1861), Archivo Municipal de Bailén, Eclesiástico, Cofradías, Leg. 16-2, aportado por DÍAZ TORREJÓN, Francisco Luis, José Napoleón I en el Sur de España, publicaciones obra social y cultural Cajasur, Córdoba, 2008, p. 49.
  2. Gazeta de Madrid, viernes 26 de enero 1810, Nº26, p. 108, aportada por DÍAZ TORREJÓN, Francisco Luis, José Napoleón I en el Sur de España, publicaciones obra social y cultural Cajasur, Córdoba, 2008, p. 49.

.

Fuentes:

CARRERO, Antonio José, Baylén. Descripción de la batalla y auxilios que en ella dieron los vecinos. Reimpresa con notas e ilustraciones por Alfredo Cazabán y Laguna. Tipografía de La Regeneración, Jaén, 1921, pp. 26-27.

DÍAZ TORREJÓN, Francisco Luis, José Napoleón I en el Sur de España, publicaciones obra social y cultural Cajasur, Córdoba, 2008.

DE HARO COMINO, Matías, Bailén. Relatos, Ayuntamiento de Bailén, Granada.

.

Fotografía de portada: Una de las céntricas calles de Bailén, con la Iglesia al fondo, que vivió en sus carnes la ocupación.

.


Deja un comentario

Categorías